Son dos experimentadas doctoras cuyos padres son escritores distinguidos. Pero desde hace veinte años estás dos hermanas gemelas han competido entre si por su peso y su aperiencia.
Dos hermanas gemelas anoréxicas
Las gemelas Maria y Katy Campbell tenían sólo once años cuando escucharon una conversación entre sus padres que aseguran cambiaría sus vidas para siempre, fue entonces cuando comenzaron el terrible pacto que arruinaría sus vidas según cuentan en una entrevista con el Daily Mail.
Maria recuerda como "Estabamos sentadas en lo alto de las escaleras cuando escuchamos a nuestro padre decir "Estas chicas se están convirtiendo en jóvenes mujeros, ¿verdad? Están cogiendo caderas.
Para la mayoría de la gente es un comentario sin ninguna malicia que un padre puede hacer sobre sus hijas adolescentes pero en Maria y Katy despertó un siniestro pacto que ha perseguido a la familia durante más de dos decadas.
Decidieron que dejarían de comer y así perderían esas caderas. "Quería castigarle a el y a mamá y creo que es lo que hemos estado haciendo desde entonces". Sin embargo en ese empeño de castigar a sus padres lo que Maria y Katy han conseguido es destruir los últimos veinte años de su vida. Para desgracia de sus padres las gemelas se han pasado la mayor parte de su adolescencia y de su vida adulta entrando y saliendo de varias clínicas de recuperación.
"Con once años en la escuela secundaría todos fuimos pesados en clase de educación física" recuerda Katy "Había otra pareja de gemelas que pesaban menos que nosotras. Eran más guapas y populares y por eso nos sentimos inseguras".
El pacto hizó que dejarán de comer, se saltaran el desayuno e hicieran ejercició constantemente. Rapidamente empeceron a peder peso hasta niveles peligrosos, con quince años su madre empezó a vigilarlas mientras comían pero ahora asegurá que se arrepiente de poder haber hecho algo más. Lo extraño es que ambas mantienen que su infancia era idílica y que siempre se han llevado muy bien con sus padres.
En la actualidad miden 1,67 cm y pesan nada más que 38 kilos, además tienen numerosos problemas médicos entre ellos ulceras gástricas, dolores de espalda y fallo en los riñones. Hace poco volvieron a ser ingresadas en una clínica está vez asegurán estar determinadas a acabar con la terrible enfermedad, su esperanza es poder ponerse en un peso que sea sano y poder así llevar una vida normal.
marisanchez:)
Para la mayoría de la gente es un comentario sin ninguna malicia que un padre puede hacer sobre sus hijas adolescentes pero en Maria y Katy despertó un siniestro pacto que ha perseguido a la familia durante más de dos decadas.
Decidieron que dejarían de comer y así perderían esas caderas. "Quería castigarle a el y a mamá y creo que es lo que hemos estado haciendo desde entonces". Sin embargo en ese empeño de castigar a sus padres lo que Maria y Katy han conseguido es destruir los últimos veinte años de su vida. Para desgracia de sus padres las gemelas se han pasado la mayor parte de su adolescencia y de su vida adulta entrando y saliendo de varias clínicas de recuperación.
"Con once años en la escuela secundaría todos fuimos pesados en clase de educación física" recuerda Katy "Había otra pareja de gemelas que pesaban menos que nosotras. Eran más guapas y populares y por eso nos sentimos inseguras".
El pacto hizó que dejarán de comer, se saltaran el desayuno e hicieran ejercició constantemente. Rapidamente empeceron a peder peso hasta niveles peligrosos, con quince años su madre empezó a vigilarlas mientras comían pero ahora asegurá que se arrepiente de poder haber hecho algo más. Lo extraño es que ambas mantienen que su infancia era idílica y que siempre se han llevado muy bien con sus padres.
En la actualidad miden 1,67 cm y pesan nada más que 38 kilos, además tienen numerosos problemas médicos entre ellos ulceras gástricas, dolores de espalda y fallo en los riñones. Hace poco volvieron a ser ingresadas en una clínica está vez asegurán estar determinadas a acabar con la terrible enfermedad, su esperanza es poder ponerse en un peso que sea sano y poder así llevar una vida normal.
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